lunes, mayo 18, 2009

Harry Dickson: las aventuras originales, volumen 2 (1907-1909)



Sigue la edición por parte de La biblioteca del laberinto de las novelas que dieron origen al Harry Dickson de Jean Ray. Estos relatos eran apócrifos protagonizados por Sherlock Holmes y un ayudante ideado para la ocasión que sustituía a Watson, Harry Taxon. Ray comienza a traducirlos para el mercado belga, pero cansado de lo que consideraba una tarea rutinaria y convencido de que él podía superar con facilidad a los originales, decide bien pronto pasar de traducirlas a reescribirlas. Para entonces ya este Sherlock de pacotilla era Harry Dickson y su ayudante había tomado el nombre de Tom Wills. Y ambos, de la mano de Ray, se dedicaron a investigar los casos más inverosímiles y fantásticos que cupiera imaginar. 

En mi comentario al volumen anterior no tenía claro que Tom Wills en ningún momento se presentara como un trasunto del doctor Watson, sino que se trata nada más y nada menos que de un ayudante, casi un aprendiz, de aquel al que siempre se dirige como maestro: Holmes/Dickson. Imposible imaginar en Holmes ese trato afectuoso, casi de padre a hijo, entre Dickson y Wills. Esta nota distintiva permanecerá en las versiones de Jean Ray, lo cual ayudará, junto a su derivación netamente fantástica, a diferenciarlo de su modelo. El genial escritor dio así el paso decisivo para crear uno de los más grandes detectives de lo sobrenatural gracias a sus “traducciones creativas” de estas en verdad desaforadas aventuras convirtiéndolas en definitivamente extravagantes y únicas.


Ya en estos cuentos poco queda del Holmes del canon, de hecho no está ni Watson, y de una aventura a otra, dependiendo de quien escribiera la historia correspondiente, el personaje varía de forma considerable, así tanto el estilo narrativo como el carácter de lo narrado, que puede unas veces ser más detectivesco y otras pura acción sin descanso. En ocasiones varía hasta en lo físico: en este mismo volumen, en una aventura es un tipo rubio, en otra moreno. En fin. Ray tenía materia con la cual jugar.

En esta edición se ha optado por seguir los títulos de la edición belga, de ahí que no siempre coincidan con los de la primitiva edición española. Las aventuras primera y última del volumen pertenecen a la colección Memorias íntimas de Sherlock Holmes, formando parte la segunda y la tercera de la colección Memorias íntimas del rey de los detectives, cambio de nombre debido a la actuación de los herederos de Conan Doyle que consiguieron eliminar ese Holmes de la portada, si bien en el interior el protagonista seguía siendo este. A pesar de ser estas aventuras las originales protagonizadas por el genial e irrepetible detective asesor, también en esta edición se ha preferido cambiar el nombre del protagonista por el que se harían popularmente más conocidas, Harry Dickson. 

La timba de la calle Franklin (Die Verbrecher-Drogerie in der Franklinstreet, 1909) es un compendio de disparos, carreras y persecuciones de vértigo que tienen lugar en una urdimbre de pasillos, galerías subterráneas, habitaciones ocultas y paredes que se desplazan y esconden puertas a pasadizos secretos. Un relato que debe más al folletín y, a través de este, a la misma novela gótica (joven indefensa raptada y amenazada de muerte a la cual nuestros héroes deben salvar, junto a ese infierno de pasadizos escondidos tras las paredes y bajo el suelo de una mansión victoriana que más asemeja cualquiera de los siniestros castillos que poblaron las obras de Walpole y Radcliffe) que a los relatos del canon holmesiano, esto es, los escritos por Arthur Conan Doyle. Pura acción en una aventura que si bien no deja una huella digamos profunda, desde luego sí que resulta entretenida.


Miss Mercedes, la reina del aire (Oceana, die Königin der Luft, 1907) es un relato más detectivesco, con crímenes, robos inauditos y una clara visión negativa de los judíos. El punto de partida no deja de ser una divertida confusión que parece encaminar la historia hacia un enredo de faldas entre un lord snob y un engreído baronet, pero pronto todo deriva hacia una intriga principesca de nobles rusos acosados por malvados nihilistas, para llegar a la mitad, descubrir que se nos ha entretenido con una falacia y centrarse todo en un absurdo robo. No muy brillante debido a esta indefinición y baile argumental, pero por eso mismo no consigue aburrir. En su mayor defecto está también su minúscula virtud.


Es evidente que el anónimo autor de Alrededor de un trono (Um einen Thron, 1908) pretende elevar el vuelo estilístico de la colección. Otra cosa es que lo consiga, claro, porque dicho esfuerzo no da grandes frutos, la verdad. Sin embargo resulta muy curioso comprobar cómo ese esfuerzo literario va acompañado de una trama delirante, no tanto por los increíbles y desestructurados sucesos, que por momentos parecen seguir la única lógica de “lo primero que se me ocurra, pues eso vale”, como por lo exagerado de los mismos. El adjetivo “desaforado” parece aquí cuadrar mejor que nunca. No hay más que detenerse brevemente en uno de los dibujos, una de las ilustraciones que adornan el relato: un joven servio dormido en un banco mientras Harry Dickson abre un saco lleno de cabezas humanas ante la mirada vagamente horrorizada de Tom Wills. Si esto fuera una película de serie b, tendría una legión de seguidores irredentos proclamándola una joya de culto. En fin, una aventura algo salvaje, asilvestrada, con una trama que va del mar Jónico a Belgrado, pasando por un campamento gitano que está en otro país y un convento del que se efectúa una fuga de la que resulta difícil enterarse de cuánta gente en verdad han ido allí a salvar nuestros héroes pues no coincide con el número de salvados. Es que por no coincidir, no coincide ni el género: las hermanas del joven servio durmiente son hermanos al salir del convento, así porque sí, sin mediar palabra los pobres (a no ser que sea un descuido de la traducción). E incluye una forma de burlar un pelotón de fusilamiento que si llegáis a leerlo no olvidaréis jamás de puro desquicie, de pura tontería. Y todo regado, como he dicho, con las florituras literarias más ingenuas y desarmantes. En definitiva, un más que disfrutable folletín de la más baja estofa.


La intrigante desenmascarada (Dämon Weib, 1908) es la aventura que cierra este segundo volumen de las aventuras originales de Harry Dickson. Se trata de una aburrida trama de crímenes orquestados por una mujer malvada y su horda de secuaces dispuestos a todo a cambio de sexo.

La biblioteca del laberinto acaba de publicar dos nuevos volúmenes de esta colección incluyendo seis aventuras: aquellas en las que el magnífico detective se enfrenta al maléfico Profesor Flax. No podemos sino felicitar a esta editorial por esta labor de rescate única que nos está brindando la oportunidad de descubrir la verdad sobre el caso Harry Dickson. (Lástima que no continuaran con este fascinante proyecto – nota en octubre de 2019).


HARRY Dickson, el Sherlock Holmes americano; volumen 2: La timba de la calle Franklin y otras historias desaforadas del rey de los detectives. Ilustraciones de Alfred Roloff; introducción de Alfredo Lara; apéndice de Francisco Arellano. Madrid: La biblioteca del laberinto, 2007. 216 p. Delirio, ciencia-ficción; 11. ISBN 978-84-935407-2-2.