viernes, enero 25, 2008

Una anécdota y cuatro fragmentos de Philip K. Dick


Una anécdota de Philip K. Dick, narrada por él mismo, acerca de su primer relato de ciencia ficción publicado en julio de 1952, Aquí yace el wub (Beyond Lies the Wub):

"Mi primera historia publicada, en la más deleznable de las revistas baratas que se vendían en aquel tiempo, Planet Stories. Cuando llevé cuatro ejemplares a la tienda de discos en la que trabajaba, un cliente me miró y, con ciertos reparos, me preguntó: "Phil, ¿tú lees esta clase de basura?". Tuve que admitir que no sólo la leía, sino que también la escribía."



Algunos fragmentos de su novela Tiempo desarticulado (Time Out of Joint, 1959):

"-Es cierto- dijo Jack-. Ya no hay principios en el mundo. Recuerda los tiempos de antes de la segunda guerra mundial y compáralos con los de ahora. Qué diferencia. No había la falta de honradez, la delincuencia, la inmoralidad y las drogas que ahora nos invaden por todas partes. Muchachos que estrellan coches, esas autopistas y las bombas de hidrógeno... y los precios que suben sin parar, como el del café. Es terrible. ¿Quién se queda con el botín?

Discutieron el asunto. La tarde transcurrió, lenta, aburrida, sin que apenas sucediera nada."

El protagonista, Ragle Gumm, acerca de Bill Black, otro personaje:

"(...) llegaría a alguna parte, se daba cuenta de ello. Lo extraño en este mundo es que un tipo aplicado, sin la menor idea original, que copia a los que tienen autoridad sobre él hasta el nudo de la corbata o una arruga de la barbilla, siempre logra llamar la atención. Es elegido. Asciende. En los bancos, en las compañías de seguros, en las grandes compañías eléctricas, en las empresas que fabrican misiles, en las universidades. Él los había visto como profesores adjuntos enseñando alguna asignatura recóndita -las sectas heréticas del siglo quinto- y, al mismo tiempo, concentrados en su carrera de ascenso a más no poder. Dispuestos a todo, salvo a enviar a sus esposas al edificio de la administración como carnaza."

"Mejor tener una fuente externa de reproches que sentir las profundas mordeduras internas de la duda y la autoacusación."

"Qué tranquilo estaba todo.

Una pasmosa desolación lo invadió. Qué desperdicio había sido toda su vida. Aquí estaba, a los cuarenta y seis años, jugando en el salón con un concurso de periódico. Sin ningún empleo remunerado legítimo. Sin hijos. Sin mujer. Sin casa propia. Haciendo tonterías con la esposa de un vecino.

Una vida sin valor."